¿Calida bienvenida? (Chan - Ryû)

(Continuación a entrada en Iwagakure)

Aquel señor AMBU tan majo cumplió lo que dijo, cogió mis cosas y me llevó a su hospital donde pasé como mínimo un día. Los resultados de sus pruebas y chismes ya me las imaginaba.

Había sufrido lesiones decentes por varios sitios. Estoy echa toda una guerrera, y ahora solo me importaba estar bien cómoda en esta blanda cama con la tranquilidad que me aportan los rayos de sol que me entran por la ventana, aunque claro estaba que no podía quedarme quieta, con lo que agarré mi marioneta y la desenvolví sobre la cama. Aún estaba a piezas por lo que para distraerme me puse a rearmarla. Es una de las pocas cosas que me relajan, jugar con mis marionetas, y teniendo en cuenta donde estoy. Lo raro era no haber explotado por la incertidumbre acerca de lo que vendrá.

Al pensar en lo que vendrá, alargué la mano hasta la mesita de noche donde dejé el pergamino que me dio aquel AMBU de Iwagakure. Era realmente simple, prácticamente era como una carta pre-echa para todo aquel que llegase tambaleando a las puertas, pero lo dejaba bien claro… Iban a interrogarme. No sabía cuando pero lo harían. Otra cosa obvia de la situación era que si estaba aquí y no había un señor portero aquí dentro, lo estaría afuera, o al lado… Estaba claro que había uno. Pero aun así me tomé mi tiempo, me relajé, respiré hondo y volví a mis lios con Soldado-san. Al acabar de remontar mi preciada marioneta ya me había quedado claro que los depósitos estaban totalmente vacíos… Medidas preventivas supongo.

La dejé donde debía estar, haciendo de guardaespaldas para mí junto a mi cama y pensé: -Quiero quemar el papel… Odio el papel… pero se me ocurrió algo mucho mejor y mas simple, simplemente dije en un tono bastante subido, para que se me oyera: -¿Cuándo vendrá el Tsuchikage, o he de ir yo a verle a él?

Haciendome la inocente volví a manosear aquella carta hecha del material que mas odiaba en la tierra.

Había transcurrido un día desde que el Tsuchikage había permitido la entrada de una 'indefensa' desconocida malherida, a pesar de ser así el Anbu no confió bajo ningún concepto en las apariencias de la nueva integrante, ella misma podía estar fingiendo, quizás para algún interés no común o lo que podría ser habitual en la gente normal y corriente; gente en la que se podía prestar toda la confianza del mundo. El Joven de la tez morena y líder de la aldea oculta de la roca, salió sin embargo con sus frecuentes vestimentas que casi siempre llevaba, añadido de una capa que sin lugar a fantasías le daba un aire protector y heroico en la aldea. Una apariencia realmente sincera, para todo quien supiera verlo, capaz de arriesgar su vida por la aldea pese a no ser su lugar natal.

Había llegado a la zona en la que añadió en su agenda, primera hora del día según lo que indicaba su propia escritura. Había despertado mucho antes para terminar unos deberes así como un par de mandatos para iniciar los exámenes Gennin para las academias ninjas, ahora todo aquel que deseaba convertirse en un ninja recurría a la dicha zona para presentar antes sus datos, posteriormente era examinado con una sucesión de preguntas, sin olvidar la parte práctica del examen la cual obviamente llevaba consigo una serie de dificultades. Los examinadores no eran blandos, es más, tan duros que lograban extraer el rendimiento máximo de los futuros militares de la aldea.

Entró este con su Anbu a su lado por la puerta principal del Hospital; más bien por la única entrada terrestre, acto seguido preguntó por cierto número de habitación cual le había informado el otro Anbu que ayer ayudó a la muchacha. Olvidó el número de la habitación que ni siquiera había apuntado, por un despiste que le solía ocurrir al estar a cargo de muchas tareas, como era lo normal. Una vez informado de la ubicación de la habitación subió por las escaleras hasta llegar a la planta indicada, al final del pasillo, una ventana que lo alumbraba sin hacer falta de la luz eléctrica, al lado de esta ventana se encontraban dos puertas por cada lado, la muchacha se encontraba en la derecha, así como decidió proseguir su camino hasta ella, en el mismo acto de abrir la puerta el Anbu recibió una señal directa para que desapareciese del lugar, simplemente salió por la ventana del mismísimo pasillo. Antes de abrir totalmente la puerta, tocó dos veces; mera cortesía. Pasó y cogió asiento de una de las sillas que yacían cerca de la cama en la cual reposaba la mujer.

Suspiró y contempló por unos instantes la belleza de la muchacha. — Sé que me lo estarás agradeciendo así que, no te molestes por decir nada. Después de todo es mi deber hacer este tipo de mandatos, ayudar a la gente y esas cosas que ya conocemos de un líder o gobernador de una población... En fin, no vengo a dar ningún tipo de discurso, quería saber si estabas bien. — Comentó así con una sonrisa.

Miré a aquel tipo, llevaba el traje de tsuchikage, decía ser el Tsuchikage, pero tendría un par de años mas que yo a lo sumo. Resultaba extraño. Otro dato llamativo fue su piel morena para vivir en un sitio frio como este, no esque sea racista ni nada así, lo quemo todo indiscriminadamente. Solo me parecía extraño por el clima y tal. Parecía un buen samaritano, aunque era el kage del lugar, debía velar por la protección y seguridad de todos aquellos a los que dirigía en su aleda, lo que por supuesto no me incluía a mí. Pero aun así, creo que un “majo” si se merecía. -Pues bueno… Si no es necesario agradecerte, tanto mejor. Dije evitando mirarle, pues me resultaba vergonzoso pedir perdón. -Bueno y estoy bien, mejor de lo que esperaba. llevé mi mano derecha a mi propia boca y tosí involuntariamente un par de veces. Se notaba que aún seguía algo débil, pero no solo por la pelea anterior, también por el viaje que hice, en las condiciones que lo hice y con el equipamiento que lo hice… Quizá llevara viviendo toda la vida en el desierto, pero querer atravesarlo por las buenas sin nada mas que fuerza de voluntad, fue poco menos que un suicidio. Pero por suerte o por desgracia, llegué a mi destino a base de seguir andando en línea recta y sobreviví.

Sin darme cuenta, ya había pasado casi un minuto entero y seguía mirando mi mano, que tapaba mi boca cuando volví a toser, debía ponerle remedio y por acto reflejo conecté los hilos de chakra a Soldado-san y este se movió por su cuenta mediante indicaciones de mi mano derecha, agarró un vaso de agua y me lo acercó, el cual cogí con mi mano izquierda y bebí un sorbito. Tras eso me di cuenta de que no estaba sola en la habitación al levantar la vista y corté en seco, por lo que soldado-san se quedó cual estatua, sus brazos cayeron inertes y se quedaron colgando de los hombros, estático todo en el sitio ante mi cara de sorpresa, a lo que mirando al señor tsuchikage añadí -Perdón. Tragué el poco agua que quedaba dentro de mi boca y lo miré fijamente con cara de arrepentimiento cual gatito.

Para liberar un poco la tensión del ambiente, sacudí levemente mi cabeza, con lo que le dí un toque mas natural a mi pelo, me senté algo mas erguida y miré de nuevo a aquel que me había acogido en su villa. -Esto… Te preguntarás cómo llegué así ¿no? O de donde vengo… Aunque esa es un poco obvia. Y querras saber si soy una… Espia… Amenaza… O vete a saber que mas pasa por la cabeza de un kage… Pues no lo soy, ¿De acuerdo? Dijo totalmente convencida de la ultima parte.

El joven no tenía tiempo para sumergirse en sus pensamientos, se enfocaría más en el presente actual que por lo visto quedó a la mira de su 'marioneta', de algo le sonaba la procedencia de un marionetista, de hecho logró recordar algunos combates que tuvo cuando estaba en el país del viento, durante su primera etapa de la adolescencia, especialistas que controlaban los movimientos del maniquí a través de hilos de chakra. — Hmm... —. Se levantó de la silla y se dirigió caminando lentamente hasta la ventana de la habitación, de ahí miraba el panorama de la aldea, hermoso verlo por los aldeanos y el resto de las personas obrando cada día por su trocito de pan, como no, sin haber día al descanso en excepción los fines de semana en los que casi todo estaba cerrado y vacío.

El chico suspiró una vez más después de los comentarios de la pálida mujer, de ahí empezaba a pensar a su vez que observaba de reojo el maniquí con el cual articulaba. No obvió hasta que por un instante se veía nerviosa, por el simple hecho de que empezará a ser interrogar tras lo visto. — ¿Sunagakure, cierto? — Preguntó. Acto seguido abrió la ventana, para luego voltear y apoyar desde sus codos a los antebrazos por el borde de la misma, tanto su espalda inferior con la pared. — Comprendo, comprendo... Entonces, por lo que veo eres un ninja; de ser así debo estar al corriente de tu habilidades. — Pausó y añadió... — Me vendrías bien como secretaria por tu preciosa cara, nada más en lo que pudiera estar interesado. No mal penséis mi dama, de esta manera te podré tener vigilada, pues aunque cuán parezca inocente tu rostro debo estar seguro. —. — ¿Quieres pertenecer a la armada de Iwagakure? —.

Aquel tipo comenzó a dar vueltas por la habitación hasta que comentó algo, “¿Sunagakure, cierto?” Vaya genio… ¿Lo sabrá por la ropa? ¿Quizá por el medio desierto que traía conmigo? O tal vez por los restos que dejé en mi campo de batalla privado casi en la frontera, o por mi estilo de pelea… -No era difícil de acertar la verdad. Pero luego, hasta lo empeoró. -¿Habilidades? Yo no tengo de eso, solo se… Pegarle fuego a aquello que quiero, por lo que… ¿Secretaria? Nadie sería tan estúpido de poner una pirómana a cargo del papeleo. A no ser… Acabó la frase de forma pensativa, pues un Kage debería a la fuerza tener cientos de obligaciones -Que quieras que le pegue “accidentalmente” fuego a tus deberes. Por supuesto que aun así detestaría hacer de secretaria, solo el mero echo de pensarlo daba escalofríos… Vivir rodeada de papeles y no poder destruirlos, sería una pesadilla eterna. -Pero ahora no tengo hogar, con que acepto unirme a tu armada a cambio de que me tratéis como a una mas aquí.

Creí tomar la mejor decisión, en casa no me esperaba nadie y aquí me daban una nueva oportunidad, sería un buen sitio como otro cualquiera a fin de cuentas. -Porcierto, me niego a tocar papeles, odio su tacto. Que soldado-san lo haga por mi.

(sorry micro post, tuve problemas con el ordenador y tal...)

El joven de la tez morena seguía indagando sobre las interrogantes que una vez plantearía sobre la muchacha, sin mucha prisa ni las haría, pues de una forma u otra llegaría a las obvias conclusiones, como un buen pensador. Aún así, no bastaba para sacar toda la información que podría poseer, tal vez como lo supuso, estaba arriesgándose a contratarla como su secretaria lo cual era erróneo para la situación actual. El chico era impulsivo, un defecto que por ahora nunca se había librado de él, más tiende a encariñarse de las cosas demasiado pronto lo cual muchas veces le hacía vulnerable. — No, no lo era querida mía. — Respondió ante el insensato comentario, para luego dejar que siguiera hablando de más.

Los siguientes comentarios fueron un poco más peores, aunque, para Ryûdan fue el primero. Escuchó atentamente lo que iba diciendo, sin ignorar cada expresión que se iba modificando en su rostro. La comunicación facial era algo fundamental para detectar las verdades y las mentiras, sobre todo en el caso de una mujer de aspecto atrayente como lo era para un hombre, en este caso era placentero, pues solo determinaba la belleza de esta cual particular y apasionante. Sin más que decir, escuchando y observando todo lo que decía la preciosa mujer, esta vez, sin dejarse llevar por la atracción, simplemente, que esta vez tomaría decisiones más coherentes. — Discúlpame pues, creo que cometí un error. Un puesto tan importante como secretario/a del Tsuchikage requiere para empezar un estado equilibrado de plenitud espiritual con el exterior, es decir, sin manías ni otro sentimiento negativo que impida el desarrollo de su trabajo. — Suspiró. — Y, eres bienvenida a Iwagakure, cuando quieras podrás presentarte a la academia, allí examinarán tu nivel. — Añadió más con una sonrisa.

Dicho esto se acercó frente a la camilla en la cual reposaba la mujer. — Permíteme. —. Cogió con delicadeza un mechón de su pelo, se agachó con su cabeza, hasta que la nariz estuviese al tanto del cabello, de ahí, empezaba a usar el olfato cual podía recibir el olor de aquel cabello de tono fuerte, bello por cierto, le atraía desde el principio. — Interesante... No suelo ver gente con cabellos de vivo color como el tuyo. Perdóneme. — Dijo al final apartándose un poco de ella. — Si necesitas algo puedes decírmelo, lo que estuviera a tu merced. — Le ofrecía con amabilidad pues tenía descanso, había terminado sus tareas y, tenía tiempo libre para compartirlo con quien fuera.

Algo en mí se encendió cuando me dijo que no podría realizar aquella tarea. ¿Pero qué se creía este? Que yo era pelirroja no rubia… ¿Manías negativas? No tenía porque juzgarme de ese modo, ni que él fuera para tanto, seguro que si era tan bueno, fuerte, inteligente y poderoso como hacía aparentar, podría haber conquistado todas las otras naciones ninja, unificar todos los países bajo una misma bandera y tras aniquilar a los Jedi, hacer que reine la paz. En cambio necesitaba de todo aquel que pasase por su puerta para engrosar las filas de su ejercito.

-Perdona, mis sentimientos son mios…

Pero lo peor fue cuando comenzó a acercarse mas a mí y me cogió el pelo, en ese momento sentí pánico, ganas de correr, ganas de quemar, ganas de explotar, pero por otra parte solo articulé -Para… Pero tras meditarlo por un mili-segundo, quité la sabana que me cubría de encima, dejando ver una bata de hospital que cubría de cuello hasta la mitad del muslo, abierta por los laterales, todas las piernas, caderas y la mitad del torso. Me acerqué mas a él para que pudiera olerme el pelo bien y cuando se fue a separar, con mis piernas rodeé su cintura, lo apreté un poco contra mi y alcé mi mano hacia su cuello, para pasarla por encima de su hombro hasta su nuca y así evitar que se incorporara del todo.

Pegando un poco mas mi cuerpo al suyo, acerqué mis siempre maquillados labios color rojo intenso hasta mas allá de su rostro para susurrarle al oído muy suavemente mientras me apretaba totalmente a él. -Tsuchikage… ¿De verdad no querrías tenerme de secretaria? Pasé mi otra mano por su cintura para envolverlo en un abrazo y hacer que su pecho sintiese la presión de mis senos sobre él. -Te recomiendo que reconsideres tu propuesta o gritaré, entrará un montón de gente aquí y ya no te volverán a mirar como hasta ahora nunca.

Tras eso, me despegué inmediatamente de él y me dejé caer sobre la cama como una enferma en el hospital que le duele la cabeza y necesita atención, dejando escapar un leve -Ahh… Mezcla de pasión y dolor, como si hubiese sido mi primera vez tras un acto sexual, desparramando mi roja melena por la sabana y solté el lazo que unía mis piernas a la cintura del Tsuchikage para que este pudiera alejarse.

Para acabar con la escena de un modo normal, dije de forma inocente y algo asustada: -Necesitaré un sueldo acorde a mi nuevo trabajo y un lugar donde vivir si voy a quedarme en la villa.

— Yo también tengo sentimientos propios, pero a veces hacia todo lo que veo. — Decía en respuesta del primer comentario.

El Joven había intentado oler su cabello, hasta oír lo que podría ser un susurro, uno que si bien había hecho que este se diera más prisa en alejarse, en dejarla tranquila e intacta como ella seguramente deseaba. — Lo siento... —. La situación empezaría a ponerse algo incómoda, todo gracias al amor que sentía hacia los nuevos en Iwagakure, uno incondicional, sobre todo por las damas. El estado civil del joven aún seguía desocupado, tal vez queriendo dar la señal indirecta hacia la chica, a la cual supuso que estaba bien, recuperada del déficit enérgico con el cual había venido el día anterior. Estos pequeños detalles encantaban, saber que todo funcionaba bien, en la aldea.

Inesperadamente para Ryûdan, la chica empezó a actuar de una manera radical, que extraño... ¿Qué tramaba?

Ante los acontecimientos se dejaría llevar, pero, sin quitar de reojo a la marioneta que una vez llamó su atención. No podía evitar sonrojarse ante tal comportamiento de la muchacha, realmente se sobrepasaba. No podía hacer nada en ese instante, solo quedó a la expectativa de un beso cual no parecía que iba a llegar. Suspiró ante sus comentarios. No sabía qué hacer, por lo que al instante perdió la dignidad, a culpa de la muchacha. — Eh... Eh... — Sonrojado y trabándose al intentar hablar. — De acuerdo, pero no podré dejarte usar la marioneta en el trabajo. Necesitaré eliminar tu fobia al papel... — Decía haciendo antes de carraspear.

El joven quedó observando a la muchacha que intentaba seducirle, no había logrado mucho, pero pudo hacerle sonrojar y, sobre todo estremecerse cuando escucho el gemido que había soltado al tumbarse en la camilla. El Joven tapó sus ojos con la mano derecha, sonrojado e indignado ante el desarrollo que había tenido la situación, no sabía qué hacer, si suicidarse o tirarse directamente por la ventana, aunque claro, solo eran simulaciones para evadirse de tanta incomodez. —  ¿N-no te enseñaron modales? —.