Post fijo de Entradas/Salidas

Llevaba días de viaje desde la aldea de Sunagakure cuando al fín llegué a las puertas de la villa de la roca, Iwagakure. Esta era la primera vez que pasaría esas puertas por lo que fui informada de que necesitaría el salvoconducto otorgado por el Tsuchikage para pasar, algo un poco desesperante, por suerte ya había previsto este inconveniente y me había preparado un mini discurso de antemano. En verdad mi primera idea fue escribir una carta con lo que me sucedió pidiendo ingresar en su aldea, pero solo de pensar en papel, se me fueron las ganas.

Con lo que acabé casi memorizando lo que tenía que decir. Un gran problema fue olvidar todo lo aprendido nada mas ver las puertas a la villa. Al llegar ante los señores guardia, mirando al suelo cual gatito lastimado, con el rojizo pelo echo unos zorros y mi abultada marioneta que llevaba medio a rastras, solo conseguí articular: -Ayuda... Antes de que mis piernas fallasen del todo y caer de rodillas delante de ellos, sin fuerza alguna. Un gran estruendo se liberó cuando Soldado-san chocó contra el suelo, pero igualmente no impidió el ruido metálico de mis rodilleras contra la fría roca.

Tan solo pude levantar los brazos para tratar de recolocarme un poco el pelo que me caía por la cara, para dejar entrever así mi bello y perlado rostro lleno de pecas rojas, a la espera del Tsuchikage.