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Mensaje por Ginkoss 2014-10-06, 4:28 pm



Ginkoss Shirogane

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Datos Básicos
NOMBRE:  Ginkoss
APODO:
EDAD: Desconocida. Aparenta 25
GENERO:Masculino
 
ESPECIALIDAD:Ninjutsu/ Fuinjutsu
ELEMENTO: Suiton/Doton/ Fuuton
 
ALDEA: Sunagakure
CLAN:  Shirogane
RANGO: Kazekage

 

Descripciones
DESCRIPCIÓN FÍSICA:  Hubo un tiempo en que su cuerpo estaba hecho de carne, huesos y tendones. Músculos marcados formaban todo su cuerpo, contrayéndose y relajándose con cada movimiento de su ser. Sin embargo, todo eso quedo ya atrás. Ahora su cuerpo es totalmente mecánico, teniendo una única parte viva: su corazón. Con el paso de los años, ha ido realizando diversas modificaciones en su apariencia para no levantar sospechas entre los habitantes de Sunagakure, hasta llegar a la que muestra actualmente. Mide alrededor de 1,83 metros y peso unos 90 kilos debido a los mecanismos instalados en su cuerpo. Sin duda el rasgo más distintivo y el que más llama la atención es que muestra una apariencia albina. Su pelo es totalmente blanquecino, corto y despeinado. De hecho, tapa uno de sus ojos verde turquesa, concretamente el izquierdo.  El rostro del titiritero a menudo se encuentra sereno, calmado, sin mostrar emoción alguna. No se sabe si es porque no siente realmente nada o por que oculta sus verdaderas emociones con el fin de que no se conviertan en una desventaja.

Como todo titiritero, su especialidad es la larga media distancia, desenvolviéndose torpemente en encuentros cercanos. Su “caparazón” ayuda bastante en este aspecto, pero aun así no puede permitir acortar distancias con su enemigo. Puede ser muy peligroso. Por dicho motivo se ha centrado en desarrollar su agilidad y velocidad, con el fin de aumentar su habilidad acrobática, lo que se traduce como una mayor facilidad para esquivar los ataques.

En lo que concierne a su atuendo es cuanto menos curioso. Normalmente lleva unos pantalones marrones bastante cómodos, aunque estos pueden variar de color. Son holgados y permiten el movimiento sin ningún tipo de restricción. También lleva una camisa blanca de botones y manga larga. Sobre esta lleva un abrigo largo marrón. Se ve bastante viejo y raido, pero a pesar de ello se siente cómodo con él, por lo que no tiene intención de deshacerse de él. Además, cuenta con una serie de bolsillos interiores que resultan bastante prácticos.
 
Apariencia:
Detalle:

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA:  Estamos ante un hombre marcado por un pasado triste y un presente no muy diferente. Debido a su incapacidad de fallecer debido a la vejez, todos a su alrededor tarde o temprano desaparecen de este mundo, por lo que procura no crear lazos demasiado profundos con aquellos que lo rodean. Frio, distante, poco hablador… estos son los rasgos que mejor podrían definir al Kazekage. Pero a pesar de esta aparente actitud, se trata de un hombre muy protector, por lo que ha podido desempeñar su papel como líder de Suna de manera muy eficiente, tomando las decisiones que ha considerado mejores para la aldea y llegando ante la situación actual. Su avanzada edad, algo totalmente excepcional en este mundo, le dota de una abismal experiencia en el combate, por lo que no es de extrañar que las acciones enemigas casi nunca le pillen desprevenido.  Como es propio de su “clan” tiene una creatividad muy desarrollada, lo que le ha permitido diseñar y fabricar sus marionetas para el combate, las cuales han demostrado su eficiencia en más de una ocasión. Y para complementar su manejo de los títeres, sus estrategias basadas en los mismos son dignas de mención, llegando a predecir en ocasiones, con total exactitud, que harán sus oponentes, por lo que puede manipular sus títeres para que tomen la posición mas adecuada para cada momento.

También cabe señalar que se trata de una persona con grandes dotes como orador, lo que es muy útil cuando se trata de las relaciones diplomáticas con otras villas. Es sumamente educado, mostrando su respeto incluso a aquellos que , en teoría, están por debajo de su nivel. Esto es un claro indicativo de que a pesar de la apariencia que pueda mostrar un adversario, nunca lo subestimara. ¿Desconfianza? Puede llamarse así si se quiere, pero de momento esta actitud es la que le ha permitido ganar numerosos combates.

GUSTOS: Le gusta realizar el mantenimiento de sus títeres. También es aficionado a la lectura y los juegos de estrategia  
DISGUSTOS: Los prepotentes.

 

Historia
Para conocer el origen de Sunagakure, antes debe comprenderse los motivos que impulsaron a su fundador. Es muy fácil decir que la villa fue creada por una persona de actitud intachable, principios nobles y fuertes convicciones. Al menos, eso es lo que conoce toda la gente de la aldea. Sin embargo, existe una historia desconocida para todos: La verdadera historia del primer Kazekage.
 
En el principio, todo era caos y oscuridad. La tierra se veía azotada por los vientos de la discordia. Los cuervos picoteaban los restos de aquellos que habían muerto por defender sus ideales. Aldeas incendiadas, familias enfrentadas… Los cuatro jinetes del juicio final cabalgaban a sus anchas en este mundo creado por el hombre. Quienes tuvieron la suerte de poder huir del conflicto, se desplazaron a zonas remotas, aisladas, prácticamente inhabitables. Pero aquellas condiciones tan duras para la supervivencia las convertían en  lugares ideales para resguardarse de la guerra. Nadie estaba interesado en una zona sin riqueza.
 
Una de esas familias que consiguió sobrevivir, se refugiaron en lo que ahora se conoce como el país de los ríos, cerca de la frontera con el país del viento. La familia estaba compuesta por tres miembros. Un padre (Ginkoss), una madre (Mizuki) y una niña (Yumiko) de unos cinco años de edad. El tesoro más preciado que tenia Ginkoss, después de su esposa, claro. Ginkoss era un hombre amable, soñador y optimista. Se dice que era descendiente directo de Monzaemon Chikamatsu, el padre del jutsu del marionetista, pero esto nunca ha sido demostrado. Era el único capaz de realizar jutsus y en esa era de continuos conflictos, las dos mujeres de su vida dependían terriblemente de sus habilidades. Por el momento se ganaban la vida como comerciantes. Ginkoss se dedicaba a la fabricación de diferentes objetos, desde juguetes para devolver la sonrisa a los niños hasta sofisticadas armas para que sus padres fueran capaces de protegerlos. Mientras tanto Mizuki  se dedicaba a cocinar humildes platos para calmar los estómagos de los cansados viajeros. No es que fueran negocios muy lucrativos, pero gracias a ello podían vivir sin emplear la violencia.
 
El tiempo pasó y su hija se convirtió en una apuesta joven que cautivaba los corazones de todos los hombres que la veían. Tal vez el marionetista tendría que haber sido más cauteloso y mantener alejada a su pequeña de las miradas lascivas, pero pensó que tan solo era algo normal. Lo más común que puede haber en el mundo. Grave error. Llegaron a un asentamiento, una primitiva aldea que se encontraba en pleno crecimiento. Muchos eran los que llegaban y se unían al lugar, en busca de estabilidad en sus vidas y paz en sus corazones. Lo mismo pensó Ginkoss, pues ya estaba cansado de recorrer el mundo, además de que un hogar fijo sería mucho mejor para su esposa e hija. La familia fue bien recibida. Se hicieron muy buenos amigos de sus vecinos y Ginkoss consiguió un trabajo de carpintero en la aldea, además de ser un respetado artesano. Aun así, un cambio tan brusco no es nada fácil y Ginkoss sentía la llamada de los caminos. Su cuerpo quería volver a recorrer aquellos senderos de tierra y barro, que el sol acariciara su cara en lo alto de una montaña mientras el viento jugaba con sus cabellos. Le conto a Mizuki sobre sus inquietudes y esta le animo a realizar el viaje. Ellas podrían arreglárselas bien en la aldea.
 
Contento del apoyo recibido por parte de su esposa, cogió su mochila y un  carromato arrastrado por un par de bueyes, en el cual llevaba sus más recientes creaciones. El mundo le daba la bienvenida tras su regreso como caminante. Los pájaros trinaban en las copas de los arboles, el viento agitaba las hojas, entonando una canción tan antigua como aquellos bosques, el agua del rio se precipitaba al vacio en una pequeña cascada, provocando un singular sonido que aceleraba las pulsaciones del mercader. Pero un sentimiento extraño empezó a surgir en su interior. No era que echase de menos a su hogar, no. Era algo mucho más inquietante. Un mal presentimiento, como si algo malo fuera a pasar o ya hubiera pasado. Haciendo caso de su instinto, abandono el carromato y empezó a correr como nunca antes lo había hecho. Estaba a dos días de camino, pero la distancia no era un problema para alguien tan acostumbrado a caminar como él, solo que en vez de caminar, corría, incluso parecía que volaba. Todo lo que fuera necesario para llegar cuanto antes junto a sus seres queridos. El terror anido en su corazón cuando contemplo que sus inquietudes eran correctas. Una enorme columna de humo negro podía observarse a lo lejos, entre las copas de los arboles. A pesar de tener los pies cansados y que el aire faltaba en sus pulmones, no se detuvo. Cuando llego, no pudo imaginar peor imagen. Toda la aldea estaba carbonizada. Algunos cuerpos apuñalados y degollados podían encontrarse en las calles, o mejor dicho, en lo que quedaba de las calles. Otros muchos no habían corrido mejor suerte, pues se encontraban calcinados en el interior de sus viviendas. Tristeza, miedo, ira, desesperación… muchas eran las emociones que en ese momento se adueñaban en su mente y se arremolinaban en un torbellino que no le dejaban pensar con claridad. Lo único que quería era llegar a su casa o lo que quedara de ella. Pensaba que quizás su mujer e hija habrían conseguido sobrevivir, a pesar de que la lógica le dijera todo lo contrario. Como era de esperar, no quedaba nada de su humilde casa de madera. En su interior se encontraban varios cuerpos quemados, pero el dolor le impedía entrar e intentar encontrar a sus dos tesoros. Las lágrimas corrían por sus mejillas y estuvo varios días llorando delante de la puerta de su casa, sin moverse de sitio, sin dejar que sus lágrimas cesaran de aflorar. ¿Qué podía hacer en una situación así? ¿Suicidio? No. Dicen que el suicidio es de cobardes, una vía de escape fácil para dejar de sufrir. Pero por muy fácil que fuera, Ginkoss era incapaz de juntar el mínimo valor necesario para cometer semejante acto.
 
Como es de esperar, se culpaba por lo sucedido. Si hubiera estado allí, habría podido protegerlas y ahora estarían con vida. Incluso podría haber salvado a toda la aldea. El dolor que sentía en su pecho era demasiado. No conseguía soportarlo. Por eso, cometió uno de los actos más aberrantes que podría haber hecho. Se convirtió en su ser artificial. Eterno. Se convirtió a sí mismo en un títere. Muchos se preguntaran el porqué hizo tal acción. Como ya se ha dicho, muchas eran las emociones que sentía el titiritero, nublando su juicio e impidiendo que pensara con claridad. Creyó que si se convertía en un títere, el dolor que sufría desaparecería sin la necesidad de terminar con su propia vida. Pero se equivoco. Su cuerpo ya no sentía nada, ni el viento en su pelo ni la tierra bajo sus pies desnudos. Sin embargo, en su corazón, la única parte de su ser que había sido incapaz de transformar, el dolor no cesaba. Por ello, como castigo por su acto egoísta, intentando olvidar a las personas más importantes de su vida, aquel cuerpo se convirtió en su penitencia. Incapaz de envejecer, incapaz de morir, se dedico a recorrer el mundo sin descanso. ¿Su propósito? Ninguno. Caminaba por el simple hecho de hacerlo. Ya no existía un hogar, ya no existía una familia, solo existía el mismo.
 
Entre uno de sus muchos destinos, el ultimo de todos fue atravesando el desierto. Un lugar que innumerables veces había evitado, conociendo los peligros que allí se ocultaban. Guarida de bandidos y asesinos, con uno de los climas más duros del planeta. Pero ahora ¿Qué tenía que perder? Absolutamente nada. Por ello se interno en aquellos hostiles parajes. En aquella tierra de arena y fantasía, bajo el sol abrasador. Tres días y tres noches camino sin descanso. Su cuerpo artificial tenía sus evidentes ventajas. Llego el cuarto amanecer y a lo lejos, detrás de las dunas de arena, podía oírse un inconfundible sonido. Se estaba desarrollando una batalla, pero cuando alcanzo la parte más alta de la duna que le separaba, pudo observar todo lo contrario. No era una batalla. Era una masacre. Un campamento de considerable tamaño estaba sufriendo el ataque de un grupo armado, con conocimientos ninja sobre técnicas. Aunque su número era mucho más reducido que el campamento, el acceso a esos conocimientos era una ventaja abismal ante un grupo de civiles. No tenían la menor oportunidad. Sin pensarlo ni un solo instante, sin detenerse un solo segundo, Ginkoss comenzó a correr hacia el centro de aquella carnicería, sacando de un bolso de viaje que llevaba consigo un pergamino. Lo abrió y de él surgieron 10 figuras de túnicas blancas. Con sus hilos, el marionetista comenzó a manipularlas mientras se movía por el campamento, identificando a los civiles y protegiéndolos de sus agresores. ¿Por qué ayudaba a unos completos desconocidos? Tal vez sentía que salvándolos podría redimirse de sus pecados. Por no haber dejado desprotegida a su familia, por no poder salvarlas, por intentar olvidarlas cuando el dolor de su pérdida lo atormentaba… por todo eso, debía ayudar aquellas personas inocentes. La masacre se convirtió en batalla. Ginkoss acababa con los asaltantes de una manera impresionante. Rápido, preciso, sin duda alguna en su corazón. Ante las muchas pérdidas sufridas en un breve lapso de tiempo, los invasores se vieron obligados a replegarse. Lo que debía ser un trabajo sin complicaciones estaba resultando ser todo lo contrario. De un grupo de unos doscientos hombres, tan solo cuarenta y siete consiguieron escapar con vida.  Recogiendo sus marionetas, Ginkoss se dispuso a continuar su camino. No buscaba agradecimiento alguno. Tan solo hizo lo que creyó más justo. Pero los supervivientes del campamento salieron a su encuentro. Como es de esperar, le estaban agradecidos, pero sus intenciones no eran solo agradecer lo ocurrido a aquel forastero. Le pidieron que se quedara, para protegerlos de futuros ataques. Eran muchos, pero no tenían poder alguno. Por eso necesitaban a alguien que pudiera repeler cualquier nuevo intento de exterminar a aquellos civiles. Lo único que querían era vivir en paz. Llegaron incluso a arrodillarse ante Ginkoss, pidiéndole que no los dejara a su suerte. ¿Qué debía hacer? Estaba claro que aquellas personas no sobrevivirían. Pero Ginkoss tampoco se sentía cómodo teniendo que dirigir un grupo tan grande de personas.
 
Mientras intentaba poner sus ideas en orden, sintió que algo tiraba de su abrigo hacia abajo. Cuando miro hacia el origen de aquella acción, sus ojos se abrieron enormemente debido a la sorpresa. Una niña, de unos cinco o seis años de edad, prácticamente igual a su hija, le sonreía y le preguntaba si se quedaría para ayudarles. En aquel momento, el titiritero quería llorar, pero las lágrimas no aparecieron en sus ojos. A pesar de su mecánico cuerpo, su corazón seguía siendo humano y añoraba el calor del amor que podía sentirse por otra persona. Un calor que impulsaba a las personas a proteger aquellos que más quieren. Esas personas que ahora mismo se encontraban ante Ginkoss tan solo buscaban lo mismo, proteger sus familias, y estaban dispuestos a todo, incluso a arrodillarse ante un completo desconocido. Con voz calmada y profunda, el marionetista les pidió que se levantaran y accedió a ser el líder de aquel campamento. Bajo su mandato, se trasladaron de lugar, buscando un lugar más refugiado de las inclemencias del tiempo y del ataque de otras personas. Una enorme meseta de piedra, erosionada por el viento y la arena, se había convertido en una solida y maravillosa defensa natural. Un muro en cuyo interior podría crearse un nuevo hogar, una nueva aldea, un nuevo futuro.



Esto pasó hace más de cien años. Ninguno de los que alguna vez vivieron aquel día se encuentra hoy entre nosotros. Quienes hoy habitan la villa desconocen el pasado de su villa, pues no existen registros. El Kazekage se ha ocupado de que esto sea así, pues descubrir que tu líder tiene más de cien años siembra el terror y la desconfianza en el corazón de cualquiera. Efectivamente. Ginkoss sigue ejerciendo el papel de líder en aquella villa. Protegiendo a todos aquellos que se encuentra bajo su cuidado. Con el tiempo ha ido modificando su cuerpo, cambiando su apariencia con el fin de que nadie descubra su secreto. Ahora, una nueva generación de ninjas está a punto de surgir en Sunagakure y con ella, nuevas promesas aparecerán en las otras cuatro villas principales. Las arenas de tiempo se ven agitadas por nuevos aires. ¿Sera la hora de pasar el relevo a esta generación o quizás es demasiado pronto?
 


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Mensaje por Nasuke 2014-10-06, 4:43 pm

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